PERFILES
Mario, 21 años. Hijo de familia clase media. Vive con sus padres y su hermana pequeña en Móstoles. Trabaja de camarero los fines de semana mientras decide sí estudiar en un futuro. Jugaba en un equipo de fútbol de su barrio hasta los 16 años. Lo tuvo que dejar por problemas de salud. Ahora su único vínculo con el deporte son las apuestas en el Sportium.
Empezó a apostar una tarde acompañando a un amigo suyo a una casa de apuestas. Ganó tres euros pero él quería más.
Siguió apostando una vez a la semana. Su día de la semana favorito es el sábado porque hay ligas de fútbol española y europeas. Debido a su trabajo no puede ir a casas de apuestas por lo que empezó a apostar por Internet. Siguió ganando dinero.
Su adicción fue creciendo e incluso se instaló aplicaciones de apuestas en su teléfono móvil para seguir el resultado de los partidos mientras atendía a los clientes.
Su ocio se ha reducido al mundo de las apuestas: durante la semana consulta redes sociales para saber qué y cómo apostar, apuesta desde casa, queda con los amigos para ir al Sportium y tomando cervezas hablan siempre de lo que van ganando y perdiendo para ver quién es el mejor de todos.
Su fiel amigo es el smartphone. Lo utiliza a todas horas para hablar con sus amigos por WhatsApp, para consultar 'tips' en Twitter y Telegram, para utilizar aplicaciones de apuestas online y aplicaciones para consultar los resultados de los deportes a los que apuesta.
Gran parte de su sueldo se lo gasta en las apuestas. Cuando ve que no va a tener suficiente dinero para salir de fiesta se lo pide a sus padres.
Encarna, 53 años. Ama de casa. Vive con su hijo Rubén de 24 años y su chihuahua Queen en un chalet de Arturo Soria.
En su tiempo libre solía diseñar ropa pero ahora no tiene ánimos porque está preocupada porque su hijo se gasta toda la paga en juegos de rol online. Ve que no sale de su habitación, tiene ojeras y está adelgazando, se comporta de forma agresiva, dejó de asistir a sus clases de pádel y ya no se relaciona con sus amigos. La mayor parte del día se sienta delante del ordenador portátil situado en el escritorio de su habitación. Su smartphone lo tiene siempre cerca pero tampoco está muy pendiente de él, toda su atención se centra en los videojuegos.
No se lo ha comentado a nadie. Siente vergüenza de contárselo a sus amigas en la hora del té y no sabe cómo hablarlo con su hijo por miedo a que él la conteste mal y se encierre aún más en sí mismo. La asistenta ha empezado a ver los extraños comportamientos de madre e hijo y Encarna tiene miedo de que lo cuente fuera de casa.
Suele utilizar el smartphone para hablar por Whatsapp, y además tiene descargadas aplicaciones como Facebook y Youtube para consultar recetas y así aprender a cocinar cupcakes.
No saber qué hacer, cómo informarse y a quién acudir para ayudar a su hijo.